Eran las 3.40 de la madrugada cuando sentimos un temblor suave. De inmediato, suena el teléfono. Preguntaban por Paula, la bióloga marina que estaba alojada en mi casa junto a tres compañeros más. En la conversación telefónica, el padre de Paula le dice que ha habido un terremoto en el continente y que suba unos 50 metros al cerro para quedarse él más tranquilo. Paula no nos cuenta esta conversación y se acuesta nuevamente. No supimos lo que le dijo su padre hasta que vimos a éste por la televisión donde lo contaba en una entrevista. Yo me fui a acostar. Seguí inquieto hasta que sonó el gong a las 4.20 más o menos. En ese momento, miro por el ventanal de mi casa y veo que la cancha de fútbol que está a unos 80 metros de mi casa estaba cubierta de agua. Fue la primera ola, la primera llenada de mar. No le dije nada a mi mujer para que no le entrara el pánico. Le dije que se vistiera rápido y vestimos a nuestro hijo, todo muy rápido. Saqué la linterna que siempre dejaba colgada junto a la puerta y cogí el mando de la televisión para quitarle las pilas. Estaba oscuro, se había ido la luz. Entonces vimos que venía la segunda ola, grande, con mucha fuerza. Grité a los biólogos; Florian, Richard, Luis y Paula.Leer mas
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